La Dra. Carmen Feliz, Medico Geriatra, Directora de la Residencia de Psicogeriatría del Complejo Asistencial Benito Menni (CABM), de Hermanas Hospitalarias, explica que los síndromes geriátricos constituyen un conjunto de cuadros, originados por la conjunción de una serie de enfermedades de gran prevalencia en el adulto mayor y que, con frecuencia, dan lugar a una pérdida de autonomía funcional o social, de ahí la importancia de la detección precoz de los mismos, para disminuir los grados de dependencia y la estimulación de un envejecimiento activo.
Los síndromes geriátricos presentan características comunes, entre las que destacan la frecuencia elevada, siendo muchos casos prevenibles y susceptibles de tratamiento. Es también común a todos ellos, la necesidad de un abordaje diagnóstico y terapéutico integral y multidisciplinario, ya que pueden originar un importante deterioro en la calidad de vida de las personas que los padecen.
Si bien pueden afectar a todos los mayores, son de especial importancia su detección precoz y prevención en los mayores institucionalizados donde se desarrollan con más frecuencia.
Protocolo de síndromes geriátricos
En la Residencia Psicogeriátrica del CABM se desarrolla un protocolo de síndromes geriátricos, que valora los siguientes:
- Inmovilidad o restricción generalmente involuntaria, en la capacidad de transferencia y/o desplazamiento de una persona por problemas físicos, funcionales o psicosociales. El síndrome de caídas, los trastornos psicoconductuales, el aislamiento, la sobreprotección y el realizar las actividades básicas por el residente como objetivo organizativo en las instituciones, favorecen este síndrome.
- Caídas: síndrome geriátrico por excelencia, en la comunidad se producen en un tercio de los mayores, aumentando esta incidencia en las personas institucionalizadas. Supone uno de los indicadores más fiables de fragilidad en el adulto mayor, constituyendo un problema de salud pública. Se asocian con una importante comorbilidad, aumento de la dependencia y de la mortalidad.
- La incontinencia urinaria o perdida involuntaria de la orina, no es una patología exclusivamente del aparato urinario, y aunque no se considera una patología peligrosa sí que conlleva un importante malestar pudiendo además ser la causa de inicio de patologías con alta morbimortalidad. No hay duda de que en el envejecimiento se producen cambios en el organismo que favorecen las probabilidades de sufrirla, pero no debe aceptarse que ser mayor se tenga que perder la continencia urinaria. Alrededor del 20-25 % de mayores de 65 años presentan algún tipo de incontinencia.
- Deterioro cognitivo: deterioro de las funciones cognitivas que dará lugar a la disminución de la capacidad de atención, pensar, razonar y cambios en la memoria, entre otros. Puede afectar significativamente la calidad de vida de las personas mayores, tanto social como emocionalmente.
La etiología del mismo es variada y en ocasiones multifactorial o idiopática, siendo más frecuente según aumenta la edad. Puede estar relacionada con abuso de sustancias, inadecuados estilos de vida, estrés, fatiga, insomnio, patología cerebrovascular, etc.
Su tratamiento dependerá de la causa subyacente del trastorno, incluyendo medicamentos e intervenciones psicosociales como la terapia cognitivo-conductual o trabajos de estimulación cognitiva con terapeutas ocupacionales. Sin obviar cambios en el estilo de vida, como el ejercicio regular y una nutrición adecuada, que pueden ayudar a reducir los síntomas y ralentizar la progresión. - Fragilidad, que incluye la debilidad de la fuerza y la resistencia muscular, la disminución de los niveles de actividad física, la mala nutrición, el deterioro de la movilidad y la disminución del funcionamiento cognitivo y del compromiso social. Va a producir disminución de la independencia y autonomía personal, con aumento de la morbimortalidad.
- Polifarmacia: es la toma por parte de una persona de más de cinco-seis medicamentos, diariamente y de forma continuada, durante un período igual o superior a seis meses. Es frecuente en personas mayores y en personas dependientes con importantes repercusiones clínicas. En el protocolo residencial se revisa la prescripción farmacológica, fomentando las terapias no farmacológicas y se siguen los criterios Stopp Start y criterios Beers para la realización de una prescripción más adecuadas.
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